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Visión y responsabilidad

El “mas vale malo conocido” sólo nos lleva a un pasado que, supuestamente, ya no gustaba… y que nos trajo hasta aquí. No se trata de explicar sino de buscar la pregunta adecuada para avanzar y eso quiere decir debatir, desechar tópicos y trabajar para encontrar las respuestas en el lugar y forma adecuadas.

Nuestro planeta es indivisible. En Norteamérica se respira el oxigeno generado en las selvas ecuatoriales brasileñas y el carbón quemado en China eleva la temperatura de Argentina, por poner algún ejemplo. Con tal de evitar nuestra responsabilidad, también funciona el catastrofismo histórico, porque estos “terribles males que no podemos evitar” liberan nuestra mala conciencia por no hacer nada en lo que sí debemos y podemos.

El miedo a cuestionar

La sociedad repite de forma circular el mito de Casandra, cuya capacidad de profecía se veía anulada por su falta de credibilidad. Nuestro oráculo moderno es la Ciencia, que habla por si misma pero… ¿tal vez demasiado? ¿tal vez con respuestas demasiado complejas? ¿tal vez en respuesta a preguntas mal formuladas?

Las afirmaciones extraordinarias, requieren evidencias y demostraciones extraordinarias (Carl Sagan)

Puede que la única conclusión posible sobre el desconcertante conflicto de paradigmas que nos rodea sea el asumir que, para la mayor parte de las incógnitas, no habrá un nuevo paradigma, sino “un espacio donde todos los outputs posibles son posibles… en un espacio de comunidades cambiantes”.

Es una buena noticia porque la vieja estructura encubría una falsa sensación de comodidad solo real para algunas (selectas) minorías. Tal vez no estamos en época de cambio sino en esa nueva realidad de “posibles y cambiantes” en el que la estructura no necesita ser repensada sino liberada. Si todo es líquido como se dice, los cauces no sirven.

Identidad y cambio

Desarrollar proyectos en esta época no es sencillo. Ocupados en resolver dilemas que nos afectan individualmente, o en el entorno más inmediato, no es fácil detectar los puntos de fuga por donde se esfuman las oportunidades. Por más que hablemos de rescatar, formar y concertar liderazgos en función del conocimiento necesario, la realidad se manipula sin miramientos, se restringe por intereses monopolísticos o, simplemente, se destruye… por omisión.

La realidad indica que nos vendimos por el share. Sin duda, lo que más se beneficia de la diversificación de canales de comunicación es el contagioso virus del share. Pero no es sólo la TV, no nos engañemos: se muestra lo que interesa, se amplifica, y a la potencia del canal se unen los poderes estadísticos

… cuando un investigador quiere demostrar un fenómeno y tiene muchos estudios sobre el mismo, es probable que considere más “representativos” los estudios en los que se observa ese efecto que los estudios en los que no se observa. Aunque sería el ideal, ningún investigador es un testigo neutral de los resultados de sus experimentos.

Las obsoletas divisiones sectoriales necesitan relevo para poder revitalizar el importante potencial de conocimiento conversacional pendiente de digerir. La disculpa de los costes y la crisis es socorrida, pero ni hubo ni hay intención de que sea de otra manera. Sin embargo:

  • Muchas instituciones actuales tendrán que desaparecer por falta legitimación
  • Aparecerán otras para blanquear el dinero nuevo, que siempre nace sucio.
  • La evolución política llevará a establecer nuevas alianzas hacia una mayor autonomía local

Entre lo público y lo privado

La venta de lo público suele argumentarse en criterios de eficiencia y eficacia así que se diría que si una entidad que gestiona servicios de interés general no pierde dinero, sino que incluso genera algo de beneficio, su supervivencia está asegurada. ¿O no? Pues tal y como están las cosas, puede que sea incluso la peor de las situaciones. Quizá estemos ante “la joya de la corona”, saneada y por tanto muy apetecible, que permite un rápido retorno de inversión y una apuesta golosa.

Por supuesto que se respetarán los derechos de las personas que trabajan en ellas, ¡faltaría más!, pero cuando el dinero ya no es “de todos”, alguien se va a poner a pensar en la productividad… La pregunta es, ¿por qué no se hacía antes?

De entrada hay que considerar el concepto de beneficio desde una perspectiva más amplia, es decir, no solo como un efecto positivo (sea o no en dinero) sino como la eliminación de efectos negativos. Por otro lado, no es lógico considerar que las personas hacemos las cosas mal conscientemente, sino que no se nos permite, o no se nos muestra, la fórmula y mecanismos para mejorar.

Es cierto que se abordan mejoras por departamentos, que se informatiza, que establecen medidas y se modernizan procedimientos pero, a la vista está, no es suficiente. ¿Se puede hacer más? La cuestión es que, posiblemente, se trata de todo lo contrario, de aprender que el óptimo global no es la suma de mejoras parciales sino encontrar y reforzar el eslabón más débil. Y siempre, invariablemente, apunta a las personas que toman las decisiones, a la formación de equipos de trabajo y al establecimiento de objetivos.

Responsabilidad institucional, confianza y colaboración

el modelo de administración en boga suele ser aquél que se desprende de la diversidad de las idiosincrasias político-técnicas del momento y todo depende de la confianza que se prodiguen las personas que se hallan realizando este papel. Quizás sea por esto que cuando la planificación es algo más que la formalización de una serie de buenas intenciones y pretende ser una herramienta real de gobierno, el debate sobre quién ha de formular los objetivos genere algunas dudas y avive viejas tensiones. ¿Quién ha de formular los objetivos?

Los miedos de la representación política

El miedo a que el poder acabe residiendo en manos de una tecnocracia ajena a la voluntad y necesidades del equipo político de dar respuesta a las expectativas generadas.

La sospecha por parte del político a que aquellos directivos que han merecido la confianza de gobiernos anteriores puedan sabotear [normalmente se le dice “poner palos a las ruedas” o “remar en contra“] las directrices marcadas por el nuevo equipo de gobierno.

El dar por supuesto que el funcionario es un ser pasivo, resistente al cambio, absolutamente orientado a buscar cómo escaquearse del mínimo esfuerzo y, en definitiva, a esperar a verlas pasar de legislatura en legislatura.

Los miedos del equipo técnico

El temor a que la legitimación política se malinterprete y genere brotes de iluminación visionaria que no tenga en cuenta el conocimiento técnico acumulado a lo largo de años de ejercicio profesional y prestación de servicios.

La desconfianza por parte del técnico hacia aquellas directrices marcadas por alguien a quien puede llegar a considerar nada experto en la materia y poco conocedor de los entresijos del ámbito profesional que políticamente lidera.

La idea de que al político lo único que le interesa es perpetuarse en el poder al margen de los intereses reales y conveniencias de la ciudadanía o de las obligaciones y posibilidades reales de la organización.

Reflexiones de referencia

vision_y_responsabilidad.txt · Última modificación: 2019/10/01 20:33 por isabel

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